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Lo que aprendí de mi Liderazgo en tiempos de complejidad


Photo by Miguel Á. Padriñán from Pexels

Dicen que el verdadero liderazgo se vive en los momentos en que se tienen que tomar decisiones complicadas. Sin duda, durante esta pandemia ha habido muchas que he tenido que tomar (lidero mi empresa junto con mi hermano y socio, pero en esta ocasión les hablaré a título personal pues es cómo yo lo he vivido).


Les quiero compartir 4 aspectos que considero los pilares con los que he enfrentado esta pandemia, seguro no los mejores, pero sí los que me han definido:


1. He tenido la fortuna de aprender a lo largo de mi vida a ver las situaciones que son sencillas o complejas, como oportunidades… Esto suena muy bien, pero no crean, esto no siempre ha sido lo mejor para mí, pues me ha impedido o al menos dificultado la posibilidad de sentirme triste, desesperanzada o enojada, por querer saltar a encontrar un sentido o significado a la situación. David Kessler, quien trabajó con Elizabeth Kubler Ross y fue inspirado también por Victor Frankl, hace un importante llamado al decir que efectivamente es necesario encontrar un sentido ante una situación compleja o de duelo, pero no sin antes haber dado el espacio para sentir también lo “negativo” pues no se puede sanar sin antes dar espacio (tal vez una y otra vez) a las emociones.


Sin embargo, en momentos como esta contingencia en donde se vive gran complejidad, primero por la incertidumbre y luego por el nivel de afectación (positiva o negativa) que esto ha generado. el hecho de vivirlo en lo más profundo como una oportunidad me ha llevado a mantenerme disfrutando, observando y actuando con la mente y el corazón puesto en encontrar qué pudiera mejorar, aportar o hacer crecer tanto a mi misma como a las personas que me rodean.


2. Como lideresa lo más complicado me ha resultado intentar dar a mi equipo certidumbre que personalmente no tengo, sin embargo me da gusto haberme podido adelantar desde marzo del año pasado que iniciábamos en México esta travesía, a preguntar e iniciar un análisis de cómo estaban los números en mi empresa, cuánto podíamos sostener al personal, tratar de vislumbrar las posibles acciones que podíamos tomar. Esta óptica inicial (aunque no tenía idea a lo que nos enfrentábamos), me ha permitido soportar más los duros golpes de las decisiones no deseadas que hemos tenido que tomar e ir asimilando estas realidades que se presentan, para traducirlas con prontitud en acciones hacia mi empresa.


Les comparto un par de historias.


Jim Collins en su libro Empresas que sobresalen, habla del a idea de que las empresas que lograban salir de la mediocridad y transformarse, eran las que estaban llenas de personas optimistas. Esta idea la encontró equivocada cuando la contrastó con lo que su tocayo Jim Stockdale, quien había sido prisionero y torturado durante 8 años por el ejército de Vietcog, contestó respecto a quién NO logra salir de ese tipo de campos. -“Oh, eso es fácil. Fueron los optimistas. Aquellos que dijeron que estaríamos libres en Navidad. Y luego dijeron que lo estaríamos por Pascua y luego el Día de la Independencia de EU…- y él mismo replicó “sabes, creo que todos murieron porque se les rompió el corazón”.


Otro ejemplo de esto que expone Diane Coutu en su artículo “Cómo Funciona la Resiliencia” del Harvard Business Review, cuenta como antes del 11 de septiembre, Morgan Stanley (famoso banco de inversión) era el mayor inquilino del World Trade Center con 2,700 empleados repartidos entre los pisos 43 y 74 de la torre sur. Aquél día a las 8:46 a.m. el primer avión alcanzó la torre norte; solo un minuto después a las 8:47, Morgan Stanley ya había evacuado a casi todos sus empleados. Quince minutos más tarde un segundo avión se estrelló en la torre donde ellos se encontraban.


La compañía perdió sólo 7 empleados. Morgan Stanley había lanzado años antes un programa de prevención para sus trabajadores pues reconocía que trabajar en un lugar que simbolizaba con tanta fuerza el poder comercial, lo hacía muy vulnerable. Morgan Stanley se tomó en serio la prevención y tenía una disciplina casi militar en este aspecto. Esta área era dirigida por Rescorla, un veterano de Vietnam y gran resiliente, quien lamentablemente fue una de las personas que no lograron sobrevivir el ataque.


Estas historias son parte de la resiliencia, y aunque el optimismo por supuesto cabe en una persona resiliente pues anima el espíritu y nos permite ver nuevas posibilidades, es igualmente importante estar preparados/as como empresa a una posible realidad dura que permita mantener un plan de contingencia a nivel de entendimiento, emoción y acción, por supuesto con la firme esperanza de no tener que usarlo. La resiliencia también implica la profunda convicción que la vida tiene un sentido, la gran habilidad para improvisar y aprovechar las oportunidades.


3. Algo necesario en el liderazgo, es la capacidad de transitar entre la orientación a personas y a resultados de acuerdo a lo requiera la situación, según lo exponen varios autores, entre ellos Ken Blanchard.


Me he descubierto gratamente teniendo más en cuenta ambas partes pues tendía a alguna de las polaridades y como buenos extremos, no suelen ser las mejores respuestas. También he de decir que no ha sido solo una maduración personal, sino de mi equipo, tanto con quien comparto el liderazgo, como con quienes forman parte del equipo, pues tienen también en cuenta e incluso aprecian lo necesario de tomar decisiones desde estos dos enfoques y me han ayudado a integrarlos.


4. Y por último les comento sobre mi red de apoyo. Tuve la oportunidad de tomar un excelente curso virtual de 2 meses y medio con el Prescencing Institute dirigido por Otto Scharmer al inicio de esta pandemia, llamado GAIA Journey (Global Activation of Intention and Action). En él, una de las actividades era reunirte una vez por semana con tu círculo de coaching. El mío estaba conformado por Thomas, un escocés que vive en Australia, Connie de Filipinas, Sarah, estadounidense que vivía en la India, Meredith también de Australia y Nitul de la India. El simple hecho de poder conectar con estas personas, escuchar sus diferentes puntos de vista y compartirles los míos, fue una experiencia mágica per sé.


Además descubrí cuan fortalecida salía de estas pláticas con ellos y ellas, sólo por la acción de tener un momento de centrarme, escuchar y ser escuchada en tiempos de una crisis que compartíamos, es decir, por contar con una red de apoyo. Esto me hizo valorar y aprovechar también otras redes muy cercanas con las que cuento: mi esposo, mi familia, amigas y amigos, mis compañeros de trabajo, mi terapia. Redes con las que sí me permito, e invito a quienes la conforman a que tengamos una comunicación abierta, que implica honestidad, apertura a la vulnerabilidad y escucha, puede generar que de las conversaciones más difíciles surjan grandes ideas y/o aprendizajes.


Por último les comparto una pregunta que ha resonado en mí, casi desde el inicio de esta pandemia el año pasado, justo del GAIA Journey que tomé. “¿Qué tal que toda mi vida me fui preparando para este tiempo?” El simple hecho de mantener ahí esta pregunta me da otra mirada y otra perspectiva, no de mostrarme como víctima ante la adversidad, sino asumir mis fortalezas, respirar hondo mientras siento profundamente el impacto emocional que esto conlleva y encontrar las oportunidades que se pueden ir abriendo ante mi como persona y como lideresa.


Te invito a que te hagas la misma pregunta, ¿Qué tal que toda tu vida te preparaste para este momento?


Por: Nicole Massieu Arvizu

Socia, Directora de operaciones y Facilitadora en Consultoría MÁS

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